La Tierra nuestra casa, el Sistema Solar nuestro barrio

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Había una vez un grupo de mentes que pensaron en resolver sueños de conquista a otros mundos, sin guerra. Al día siguiente otros se acordaron de esos pensamientos y, al igual que los pensantes, deseaban viajar allí, adonde nadie había llegado.

Y un buen día otros supieron cómo llegar. Construyeron una nave que los llevara hacia lo desconocido. Sintieron algo así como lo sintió un hombre en una embarcación, dispuesto a llegar a la India, y que terminó descubriendo una nueva y enorme isla.

Y un buen día, los hombres volvieron y la hazaña, lejos de terminarse, siguió. Otros quisieron llegar a donde nadie había llegado, como si fuera la primera vez en la historia que eso pasara. Es que así debe sentirse uno, al estar en el primer lugar visitado más lejano. ¿No pasa igual que el primer viaje de ese barco que, aunque conocía toda su isla, al descubrir otra todo lo demás logrado parecía subordinado frente a ese sentimiento?

Y un buen día, la fragata voló, y se posó como un ave migrando hacia lo más agradable y cálido. Y miró atrás, porque esa misma noche recordaba su vieja casa, y extrañaba sus pasillos, sus cuadros y el sonido de las hojas de los árboles. Miró atrás, y sólo recordó que era un viaje más, y que pronto, se mudarían de casa. Al mismo barrio.

 

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